Monday, October 09, 2006

Unimé

La sucesión de eventos llevó a Muca a buscarse un trabajo prontamente. No sabía hasta qué punto se debía llevar una vida como la que ella llevaba, pero eso no le importaba mucho. Estaba más preocupada, en todo caso, por la situación de su comunidad, la cual estaba azotada por una manada de tres o cuatro mil millones de pequeños bichitos que se metían en la cabeza de la gente y los volvía como locos. Lo normal era que el afectado empezara por preguntar: “¿Y por qué no hay trenes?”, a lo que cualquier lugareño con más de diez años respondía: “Porque estamos en… ¡el país de la fiesta!”, y luego saldría corriendo al hospital para solicitar unas gotitas que se le echaban en las orejas al afectado para matar al bichito que te vuelve loco si se te mete en la cabeza. Toda la familia de Muca estaba loca. Los bichitos se les metieron a todos (padre, madre, hermana, tía, nana, y una tipa ahí que se la pasaba metida en un rincón de la casa todo el día pero nadie sabía cómo diablos se llamaba) en una noche en la que la comunidad fue azotada, para más mal, por una tormenta. Todos salieron para poner la lona sobre el vivero, y los bichitos los volvieron locos a todos, menos a Muca, que no estaba porque estaba hablando por teléfono con su novio, que es un tonto. El novio se había graduado hacía seis años del bachillerato, pero no había logrado entrar en ninguna universidad, a pesar de que había hecho cuanto examen de admisión existiera en su estado y en los aledaños. Actualmente vive con unas zorras que viven en una casita en el monte, así que lo único que hace es estar con sus roommates preguntándoles cosas, y abriendo cuentas con anexos para a fin de mes pagar la roommaitía. Rumaitía es una provincia vasca que queda exactamente en la frontera entre el Euskadi español y el francés; tiene un radio de seis metros, y un diámetro de siete. Ahí no vive nadie, sólo hay un bañito portátil que sólo puede usar el alcalde de Rumaitía, el señor Pepe. Rumaitía está actualmente luchando por su liberación de Euskadi y de España, así como de Europa y del hemisferio occidental. Pepe contrató a treinta chinos de educación cuestionable para que construyeran bajo la superficie de la provincia unos cohetes que se llevaran eso hasta pasar la estratosfera, de manera de no molestar el espacio legítimo aéreo de nadie, y también para que cada vez que los rumaitarras escupieran, cualquiera que estuviera abajo mirara hacia arriba y dijera: “¡Gora Euskadi!”, a lo que Pepe, que sería el único allá arriba, respondería: “no”.

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