de goma, vaca
Wednesday, June 25, 2014
Friday, March 06, 2009
Thursday, September 27, 2007
Chapman Vs Franco
El miedo a que la resignación nos humille nos hace incautos y partícipes de un romanticismo retrógrado y caduco. Desaparecer los últimos vestigios del franquismo no nos hace vencedores (¿vencedores de qué?), nos hace asesinos de los últimos vestigios del franquismo. No participo de la opinión que susurra que hacer eso es hacerle un flaco favor a la memoria histórica (decir eso es obviar que el hecho de que el retiro de las últimas imágenes franquistas no sea una anécdota insípida efectivamente da importancia al contexto histórico en que éstas surgieron); pero tampoco participo de la que grita que hacer eso es obtener una victoria. En cambio, participo de otras dos opiniones más simples y menos comprometidas con un linaje ideológico obligatorio: Se deben retirar las odas al franquismo por ser de mal gusto, decadentes, insultantes, y descontextualizadas; No representa ninguna victoria retirar estas imágenes, es parte natural del proceso orgánico de desfranquización que se vive desde la muerte del dictador en 1975.
Al asesino de John Lennon le están sacando una película. Una suerte de biografía. Un grupo de seguidores de Lennon están promoviendo un boicot a la productora para que la película no salga al aire. ¿La razón? El asesino del héroe no debe obtener la fama que buscó al asesinarlo. ¿Cómo que “no debe”? Otorgar connotaciones de merecimiento ético a lo que es simplemente un hecho estadístico es una arbitrariedad sin pies ni cabeza. No es que “no debe”, es que el tipo es famoso porque lo hizo, porque mató a Lennon. “Es” famoso; no “debe” ni “no debe”, es que “es”. Se puede, en efecto, discutir si “debería” serlo, pero no tiene sentido dictaminar que “no debe” e intentar prohibir que lo sea. Es un atentado contra la realidad. Es jugar al desquiciamiento colectivo. ¿Cómo que no es famoso? ¡Claro que lo es! ¡Mató a Lennon! Para que no lo sea, tendríamos todos que olvidarnos de que lo es. Menos mal que los boicoteadores no detectan nuestro thought-crime.
“Franco no debe ser famoso porque fue un dictador. Nadie nunca debería haber hecho ningún registro artístico, incluso alguna película que nombrara al tirano”. ¿No es lo que quieren? Ni Franco ni Chapman existieron ¿O es que Franco sí “debe” obtener fama porque era taaaaaan malo que destruyó los límites del biombo ético que obstruye la visión periférica de miles de gilipollas?
Serían mucho más simpáticos si dijeran que, en el caso del asesinato de Lennon, no les da la gana de que se acuerden de Mark David Chapman, porque es una cuestión personal, ¡y que les importa un carajo la ética del asunto!
Al asesino de John Lennon le están sacando una película. Una suerte de biografía. Un grupo de seguidores de Lennon están promoviendo un boicot a la productora para que la película no salga al aire. ¿La razón? El asesino del héroe no debe obtener la fama que buscó al asesinarlo. ¿Cómo que “no debe”? Otorgar connotaciones de merecimiento ético a lo que es simplemente un hecho estadístico es una arbitrariedad sin pies ni cabeza. No es que “no debe”, es que el tipo es famoso porque lo hizo, porque mató a Lennon. “Es” famoso; no “debe” ni “no debe”, es que “es”. Se puede, en efecto, discutir si “debería” serlo, pero no tiene sentido dictaminar que “no debe” e intentar prohibir que lo sea. Es un atentado contra la realidad. Es jugar al desquiciamiento colectivo. ¿Cómo que no es famoso? ¡Claro que lo es! ¡Mató a Lennon! Para que no lo sea, tendríamos todos que olvidarnos de que lo es. Menos mal que los boicoteadores no detectan nuestro thought-crime.
“Franco no debe ser famoso porque fue un dictador. Nadie nunca debería haber hecho ningún registro artístico, incluso alguna película que nombrara al tirano”. ¿No es lo que quieren? Ni Franco ni Chapman existieron ¿O es que Franco sí “debe” obtener fama porque era taaaaaan malo que destruyó los límites del biombo ético que obstruye la visión periférica de miles de gilipollas?
Serían mucho más simpáticos si dijeran que, en el caso del asesinato de Lennon, no les da la gana de que se acuerden de Mark David Chapman, porque es una cuestión personal, ¡y que les importa un carajo la ética del asunto!
Sunday, May 20, 2007
Tuesday, October 31, 2006
Teoría de la dicotomía escalonada en un monólogo
Honestamente, admiro a quien se pueda parar aquí valientemente después de lo que me acaba de suceder a mí y, sin pensar en nada, elegir un lado y, si entra, entró, y si no, pues así es la vida, pero deben ser estúpidos e insensatos. Bien estúpidos que deben ser. Bien estúpidos. Fíjense, no es sólo que del resultado de mi lanzamiento depende la esperanza y el acercamiento al suicidio de toda la gente que está aquí. Eso no es nada. Al fin y al cabo en mi profesión, uno se acostumbra. Mi problema es eso que acaba de sucederme. Es lo siguiente: el arquero me acaba de susurrar al oído que se va a lanzar a su derecha, no importa lo que pase, y yo ahora tengo un enredo maravilloso en la cabeza, estoy entusiasmado, es un reto maravilloso. El arquero es un pensador que le ha puesto connotaciones intelectuales a este simple acto. Inmediatamente y sin dudarlo, he de ponerme a pensar en cómo resolver su macabro acertijo, y es que es algo así: Si estuviera diciendo la verdad, pues no pasa nada, lanzo el balón a su izquierda y ya está. Pero pasa que es ingenuo pensar que el arquero me va a estar siendo sincero. El error está en pensar que ahora sólo tengo una decisión que tomar: si creerle o no. Tengo que tomarla, cierto, y de hecho, por evidente sensatez, no le creo ¿Cómo creerle al que ahora es mi enemigo personal? No le creo. El error está en creer que sólo hay que tomar esa decisión. No es así, y ya que no le creo y estoy convencido de que miente, lo que se supondría es que se va a lanzar a su izquierda. Sin embargo, no considero al arquero tan imbécil como para siquiera considerar el hecho de que yo le creyera. Estamos conscientes él y yo de que ninguno va de ingenuo. Como yo sé que él miente al decir que se va a lanzar a su derecha, él sabe que no le creo y no voy a lanzar el balón al lado contrario. Hasta ahí, todo bien. Entonces, se lanzará, en efecto a su derecha, a sabiendas de que, en mi evidente desconfianza, evado su engaño y lo lanzaré hacia donde él me ha indicado que se va a lanzar. Pero esa conclusión, ni yo la espero de él, ni él de mí. No puede fabricar una mentira tan infantil para confundirme en un momento que definirá inquisitorialmente el resultado. Es obvio que no se lanzará a su derecha, entonces, ya por dos razones, porque no me dice la verdad, la primera, y la segunda porque su mentira no es tan ilusa. Él sabe que no lo lanzaré a la izquierda, y yo sé que él no se lanzará a la derecha. Descartado entonces que dice la verdad, y descartadas las otras dos primeras opciones por ser ingenuas e impracticables por cualquier ser humano mínimamente pensante, sólo nos queda a partir de este punto, en el que nuestras capacidades manipuladoras están igualadas, decidir en qué punto suponer que el otro supone que es más inteligente que uno. Siendo A el lanzador o el arquero (es decir, el sujeto), y B el objeto (o sea, el que no sea A), sólo le queda decidir a A en qué punto suponer que B supone que es más inteligente que A, ya que, en el momento que B suponga mayor inteligencia, y suponga mal, se arrojará al lado equivocado. La siguiente opción es que él se lance a su izquierda por suponer que deduje su engaño que llamaremos, por ser la tercera opción desde que sabemos que miente, de tercer grado. Yo entonces, tendría que deducir que va a por un engaño de cuarto grado, y se lanzará a la derecha, y yo tendría que lanzar a la izquierda. Si él me creyera sólo capaz de deducir una mentira de tercer grado, yo marcaría. Pero él podría creerme capaz de deducir también una mentira de cuarto grado, y apelaría al quinto grado de dificultad, y así sucesivamente. Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla. No es sólo que mi capacidad de deducción iguale en grados su capacidad de complicar mentiras, o sea, que para yo marcar, tuviera que deducir el grado de su mentira, que podría llegar al infinito, o hasta que mi o su cerebro se disecara. Es también que los grados de la mentira, para efectos no teóricos, sino prácticos, sólo tienen dos consecuencias: la derecha, o la izquierda. Entonces, los grados pares de la mentira, tendrían la consecuencia de que él se lanzara a su derecha, mientras que los impares tendrían como consecuencia su lanzamiento a la izquierda. Entonces, podríamos considerar también en nuestra selección de grado de deducción la inclinación que pueda tener el portero hacia los números pares o impares, pero nuestra conclusión sería poco convincente, tanto como que quizá tiene una inclinación hacia los pares, pero su número de la suerte es el siete. Cosa esta última que podríamos considerar a su vez, y entonces lo de decir que se iba a lanzar a su derecha fue solamente para decidir qué lado le correspondería a su grado favorito, el séptimo, y elegir ese… que es igual al noveno, al undécimo, al decimotercero, y a todos los impares. Además ¿Quién sabrá su número favorito? Si es por cuestiones psicológicas, también podríamos suponer que, aunque acostumbre pensar en grados cuando avisa el lado al que se arrojaría, hoy está pensando en cómo cocinar el pollo que se compró ayer en el mercado y si estará deshuesado porque si no lo está pagó de más y a él le pareció que la bolsa estaba un poco pesada y ya van dos veces que lo engañan en el supermercado ese que total a él no le parece tan bueno pero tiene que ir maldita sea porque su mujer dice que ese es bueno porque ahí compra su mamá y a su mamá le queda todo bueno y es mentira que le quede todo bueno a menos que a él le cocine lo podrido porque él a ella le importa un pito y a ella le parece que tanto entrenar y tanto fajarse para ser un simple portero que nunca va a hacer nada y aunque a él le importe tres pepinos qué opina la señora esa él quiere parar el penal y callarle la boca de una buena vez y poder decirle ¿viste el resumen deportivo de ayer, vieja estúpida? ¿Lo viste? ¿Viste cómo deduje el lado perfectamente? ¿Viste cómo soy más inteligente que el descerebrado de Renzo, que seguro ni pensó en los grados, que seguro no entiende nada de matemáticas? ¿Lo viste? ¡Lo viste? Así que pues nada. Tantas matemáticas, tanta deducción lógica, tanto estudio del comportamiento para seguir acá, como un estúpido en pantalones cortos, viéndome ridículo, sin nadie alrededor, teniendo que tomar una decisión que, humillando todo lo que acabo de exponer, al fin y al cabo es algo así como cincuenta y cincuenta. Se puede lanzar a la derecha o a la izquierda. Total, lo voy a fallar. Siempre fallo en estas cosas. Ayer iba a ir a la casa nueva de mi hermana, y en la intersección más imponente que hube visto en toda mi vida, tomé una decisión, fui a la derecha, y tan pronto como sospechaba que me había equivocado, escuché tres explosiones, las de tres de mis neumáticos por disparos de dos francotiradores de lo más FBI que me desnudaron y me dejaron sin carro ni nada. En la prensa no salió nada. No me consideran importante, y ellos quieren importancia, ¡Entonces dejen que marque esta porquería, que cuando lo marque, ni celebración! ¡Pura elegancia! Una estrechadita de manos muy cordial al arquero, al imbécil del arquero, que en vez de pensar en fútbol cuando tiene que pensar en fútbol lo que hace es pensar en pollo y en su suegra. Vaya futbolistas que hay en este país que lo que hacen es pensar en pollos y en sus suegras en vez de pensar para donde te vas a lanzar de una vez que es un penal y no hay que andar con idioteces. Debe ser estúpido el arquero, que se pone a pensar tanto en un penal. Debe ser estúpido e insensato, el tonto ese. Bien estúpido que debe ser. Bien estúpido.
¿Y esto que traigo? Pues nada. A los futbolistas ustedes nos consideran ahora más empresarios que futbolistas. Intentaron además hacernos usar pantalones largos para jugar, pero eso ya rayaba la ridiculez y hacía una cuadrícula en la incomodidad. Y no es que no haya algunos que sí son empresarios, que ni siquiera disfrutan del fútbol, pero esto ya es generalizar. Esto, además, da un calor infernal. Hay algunos incluso que se ponen esto con orgullo, de esos de quienes les hablaba. Que hasta propusieron una moción para rescatar la otra moción de llevar pantalones largos también, y hasta maletines. Pero yo no. A mí me gusta jugar fútbol. Aunque no juegue mucho, aunque el entrenador me ponga a ratos, a mí me gusta estar en este equipo y aportar lo que tenga que aportar. Por los seguidores… por el club… por la diversión. Yo lo haría gratis. Así que, si me permiten, me saco este saco, y se acabó. Que lo lleven otros. A mí me gusta jugar por el fútbol. Como buen delantero que soy, me gusta marcar goles, esperar los pases al vacío, desmarcarme del central contrario, burlar al arquero, driblar. A otros con el saco. A mí sí me gusta esto. Y, ahora, voy a lanzar el penalti aunque esté absolutamente convencido de que lo voy a errar. Para salir de esto de una buena vez y continuar con mi partido, con mi carrera y con mi vida. Me dispongo a cobrar el penal.
Biografía de Antonieta Palacios
Antonieta Fernández de Palacios era una gran aficionada a escribir canciones de amor, hasta que un día fue atropellada por un camión que transportaba vacas por la avenida Libertador.
Norberto Fernández Saratrústegui, su padre, era descendiente de la monarquía de los Saratrústegui, monarquía totalitaria de Euskal Herria, la cual hizo famoso al rey Jon Ander Saratrústegui Mendikoa, mejor conocido como Asier XV, el Térmico, por ser el primer vasco en la Historia en cantar una canción arrodillado frente a un caballo alavés. Después de la Guerra Civil española, en la que los revolucionarios españoles destituyeron la monarquía vasca e implantaron la dictadura del partido (una dictadura un poquito amanerada), Norberto Fernández y su padre, Jon Fernández, huyeron buscando el Paraíso, y lo hallaron, aunque más tarde, cuando construyeron los bloques Juan Pablo II en Montalbán, se mudaron para allá, por aquello de que tenían nombre de Papa. La madre de Antonieta, Ada Mönchengladbach, era una alemana de padre y madre esquivos, por los que nunca los conoció. Maura, de carácter explorador e indagante, se muda a Venezuela pensando que iba a llegar a las Indias, error, por lo que vemos, más común de lo que parece. Quiso fundar la tierra germánica en territorio Caribe, pero sólo le salió la Colonia Tovar en Aragua, y vas que chutas. Se muda a Montalbán para poder estar cerca de la Universidad Católica Andrés Bello, lugar donde estudia Derecho. La concepción de Antonieta ocurre entre el piso 6 y el 7 del edificio 5 del complejo Juan Pablo II, lugar donde Norberto y Ada tuvieron lo que se conocía por aquellos años de izquierdas como…“sexito”. Nueve meses después, el 27 de agosto de 1961, nace Antonieta Fernández y Moenchengladbach (la “o” con diéresis fue de plano descartada por los Norberto y Ada, dispuestos a castellanizar el apellido). O así debería haberse llamado la niña, pero después de una noche de palos hablando pestes de Betancourt, el funcionario del registro no acertó la seguidilla inenarrable de letras, y Antonieta se llamó oficialmente “Antonieta Fernández y Mukkkdegashitlerbas”. Después de 18 años y un “mamá, entiéndeme”, Antonieta, hastiada de que ni ella supiera cómo se escribía su apellido, se cambió su nombre legalmentel a “Antonieta Fernández y LoQuItA---T.Q.Q.J!!! :)”. Su decisión denota claramente su carácter cariñoso y soñador acerca de la vida y el amor y el relativismo lindo. Su primera canción, merecedora de un premio Grammy a la mejor composición que incluye kaes y cus desmesuradamente, fue “Ay, T-KeLo, Q FiNo!”, la cual fue interpretada audazmente por una cantante marabina conocida simplemente como “La Kntnte”. En el 2003, a los 42 años y con más de ochocientas cincuenta y siete canciones en su haber, iba escribiendo una letra que ella misma describía como revolucionaria, y que según sus allegados estaba dedicada a su esposo, Mauro Palacios, mientras cruzaba la avenida Libertador, en la parte de abajo, justo en la intersección entre el municipio Chacao y el municipio Libertador, cuando Líber Caldera, camionero, harto ya de tanto “mu” del ganado que transportada resolvió que mientras más rápido fuera, más se oiría el ronroneo del motor y menos el mugido de las vacas. Cuando un Ford gigante te hace un efecto Doppler con mugidos y ronroneo motor esperpéntico porque se acerca a 150 Kilómetros por hora, es difícil reaccionar, cosa que Antonieta Fernández de Palacios no logró hacer, y murió en el momento que los Firestone le hicieron la disección de su notable y creativa materia gris. K.E.P.D. :(
Thursday, October 19, 2006
Apéndice de "Prejuzga Meste"
Dejando atrás la estúpida confusión entre prejuicio y conjetura, cabe como apéndice el siguiente texto de Jenófanes (quien sabe de lo que estoy hablando en el último párrafo de "Prejuzga Meste", y eso que nos separan como dos mil quinientos años)
Los dioses no nos revelan, desde el comienzo,
Todas las cosas; pero en el transcurso del tiempo,
A través de la búsqueda los hombres hallan lo mejor.
Pero en cuanto a la verdad segura, ningún hombre la ha conocido,
Ni la conocerá; ni sobre los dioses,
Ni sobre todas las cosas de las que hablo-
Y aún sí por azar alguien dijera
La verdad final, él mismo no lo sabría;
Pues todo es una maraña de presunciones
Equis, maduren.
Los dioses no nos revelan, desde el comienzo,
Todas las cosas; pero en el transcurso del tiempo,
A través de la búsqueda los hombres hallan lo mejor.
Pero en cuanto a la verdad segura, ningún hombre la ha conocido,
Ni la conocerá; ni sobre los dioses,
Ni sobre todas las cosas de las que hablo-
Y aún sí por azar alguien dijera
La verdad final, él mismo no lo sabría;
Pues todo es una maraña de presunciones
Equis, maduren.
Tuesday, October 17, 2006
Para qué sirven las rayas amarillas en las paredes
Antonienta Fernández de Palacios era una gran aficionada a escribr canciones de amor, hasta que un día fue atropellada por un camión que transportaba vacas por la avenida Libertador.
Johnny Clark III era monarca de Liechtenstein. Murió sólo, pobre y desconocido, como todos los monarcas de Liechtenstein. Dicen que poco antes de morir del cielo cayeron billetes de baja denominación de alguna moneda africana desconocida por sus súbditos y cuyos ejemplares aún no han podido ser identificados por los historiadores.
Antonio de la Paz y de las Buenas Costumbres era un maestro relojero muy conocido de Bogotá que fue devorado por un caballo con cáncer y epilepsia mientras tenía un ataque de bronquitis (el caballo, Antonio era un tipo sano porque no fumaba). Dicen que su tío Guillermo IV de la Paz y las Morales Aristotélicas procedió entonces a eliminar sistemáticamente a todos los miembros del gobierno local hasta que fue muerto en un misterioso accidente. Dicen que bajaba por una calle muy epinada de Bogotá cuando un piano de cola de oro sólido bajo a toda velocidad como un bólido y dio con su muerte. Aun queda por investigar quién era el propietario de tan elegante pero peligroso instrumento.
Jonas Einbrecher era un afamado fisioterapeuta que fue asesinado por las resistencias francesa, polaca y checa simyultáneamente el 24 de Julio de 1943 mientras veraneaba en Heide, pueblito alemán ubicado en la provincia de la Baja Sajonia, debido a su increíble parecido con Hermann Goering, Mariscal de Campo que ocupaba el cargo de Jefe Supremo de las Fuerzas Aéreas durante el dominio nazi de Europa.
El hijo de Raimundo Andrueza Palacios, el Dr. Raimundo Andrueza Andrade, encontró la muerte en un callejón de la parroquia de Altagracia, Caracas, durante el gobierno de Cipriano Castro. Dicen que mientras él se deleitaba con mujeres de maneras dudosas Dios o castigó haciendo que llovieran macetas gigantes llenas de mujeres seniles trinitarias que luego invadieron la parroquia de San José, hasta que tuvieron que ser exiliadas de vuelta a Trinidad por el gobierno del sucesor de Castro, el general Gómez, por no haber aprendido a hablar español en años.
Y entonces, todavía me pregunto, ¿Para qué sirven las rayas amarillas en las paredes?.
Johnny Clark III era monarca de Liechtenstein. Murió sólo, pobre y desconocido, como todos los monarcas de Liechtenstein. Dicen que poco antes de morir del cielo cayeron billetes de baja denominación de alguna moneda africana desconocida por sus súbditos y cuyos ejemplares aún no han podido ser identificados por los historiadores.
Antonio de la Paz y de las Buenas Costumbres era un maestro relojero muy conocido de Bogotá que fue devorado por un caballo con cáncer y epilepsia mientras tenía un ataque de bronquitis (el caballo, Antonio era un tipo sano porque no fumaba). Dicen que su tío Guillermo IV de la Paz y las Morales Aristotélicas procedió entonces a eliminar sistemáticamente a todos los miembros del gobierno local hasta que fue muerto en un misterioso accidente. Dicen que bajaba por una calle muy epinada de Bogotá cuando un piano de cola de oro sólido bajo a toda velocidad como un bólido y dio con su muerte. Aun queda por investigar quién era el propietario de tan elegante pero peligroso instrumento.
Jonas Einbrecher era un afamado fisioterapeuta que fue asesinado por las resistencias francesa, polaca y checa simyultáneamente el 24 de Julio de 1943 mientras veraneaba en Heide, pueblito alemán ubicado en la provincia de la Baja Sajonia, debido a su increíble parecido con Hermann Goering, Mariscal de Campo que ocupaba el cargo de Jefe Supremo de las Fuerzas Aéreas durante el dominio nazi de Europa.
El hijo de Raimundo Andrueza Palacios, el Dr. Raimundo Andrueza Andrade, encontró la muerte en un callejón de la parroquia de Altagracia, Caracas, durante el gobierno de Cipriano Castro. Dicen que mientras él se deleitaba con mujeres de maneras dudosas Dios o castigó haciendo que llovieran macetas gigantes llenas de mujeres seniles trinitarias que luego invadieron la parroquia de San José, hasta que tuvieron que ser exiliadas de vuelta a Trinidad por el gobierno del sucesor de Castro, el general Gómez, por no haber aprendido a hablar español en años.
Y entonces, todavía me pregunto, ¿Para qué sirven las rayas amarillas en las paredes?.
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